Reflexiones en torno al Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer
- Psicólogos Ixtal
- 25 nov 2020
- 4 Min. de lectura

Soy una mujer de 40 años, trabajo para una empresa, soy madre y estoy casada, y en más de una ocasión he sufrido violencia sexual en la calle y en mi propia familia.
Tengo 26 años, tengo una carrera y un posgrado, ejerzo mi profesión y obtengo un salario de ello, y he sufrido violencia psicológica.
Soy estudiante de licenciatura, tengo 19 años, me encanta mi carrera y hacer ejercicio, y he sido violentada de forma psicológica por mi pareja.
Soy una mujer de 55 años, ama de casa, me encanta cuidar a mi nieta y tengo mi propio negocio, y soy sobreviviente de violencia física y psicológica por parte de mi ex pareja.
No importa tú edad, no importa si tienes una profesión o no, si tienes un trabajo mal o bien
remunerado, si decides ejercer como ama de casa o no, si tienes hijas(os) o no, si sabes mucho acerca de la violencia o no. La realidad es que todas las mujeres sin excepción alguna hemos sido violentadas en diversas formas y grados en más de una ocasión, y aunque actualmente se cuestionen muchos comportamientos violentos que antes eran normalizados o minimizados, termina por no ser el único factor que nos podría prevenir de la violencia.
Porque la violencia es estructural, la violencia de género es una construcción sociocultural y es relacional, y como han señalado las feministas, el género se vive, se actúa, se escucha, se siente, se ve y se sufre en una sociedad desigual.
Como terapeuta uno de los principales discursos que escucho en la práctica clínica cuando las consultantes abren su experiencia en relación a la violencia que han sufrido (principalmente la de pareja), es el discurso de la culpa; frases como: “no puedo creer que a mí me haya pasado, siendo promotora de estos temas”, “no entiendo por qué no me pude marchar a tiempo”, “me siento muy avergonzada de lo que ocurrió” o “aún me siento confundida si no fui lo bastante tolerante y quizás estoy exagerando”.
Pero la culpa no aparece de forma aislada, y en el mismo proceso terapéutico descubrimos que existe mucho enojo e impotencia por las agresiones recibidas y “toleradas”, enojo contra el agresor, pero también enojo con ellas mismas. Por supuesto que la culpa, el enojo, la frustración, la confusión y la vergüenza no son sentimientos azarosos, debido a que la violencia acaba con el autoconcepto de la víctima, termina por destruir su sentido de control sobre sí misma y sobre sus decisiones. Aunado a los discursos sociales que existen en torno a esta problemática, te pregunto ¿Qué has escuchado de alguien que recibe violencia de pareja?, ¿Has escuchado que fue por “tonta”?, ¿Qué fue su culpa por no marcar límites a tiempo? ¿Qué parece que le gustaba porque todas y todos le decían que se fuera de esa relación?
Cuando sufrimos violencia de pareja, uno de los primeros pasos es reconocer aquellas emociones y sentimientos asociados al evento, darles un espacio y conectar con ellos aunque este lugar nos puede causar tristeza y miedo. No te preocupes es totalmente normal, esto es importante para saber qué nos quieren comunicar estos sentires, por supuesto que la culpa nos va advertir de los límites que pudimos colocar y de lo que ya no estamos dispuestas a seguir “tolerando”; el enojo quizás nos esté diciendo de forma constante que no merecemos volver a ese lugar donde hemos sido más agredidas que queridas o protegidas.
Sin embargo, debemos tener bien en claro, que la única persona responsable de ejercer la
violencia es el agresor, y que existen muchos discursos sociales que buscan culpabilizar a las víctimas. Nosotras tenemos que ser precavidas para que estos discursos no nos terminen
definiendo a partir de la culpa y el enojo con nosotras mismas, el resultado podría ser que
descubramos nuestras necesidades como mujeres y en una relación de pareja, que no las
pongamos en duda, que no las callemos, y que entremos en un proceso de resistencia para
defenderlas.
Si lograste salir de una relación violenta, ten presente que no importa si tardaste días, meses o incluso años, si regresaste o no al vínculo en más de una ocasión, ten presente tu propia
historia de resistencia, los actos que hiciste estando en ese vínculo para que las cosas no
empeoraran, para seguir con vida, para levantare cada día pese al dolor emocional y físico,
recuerda aquellos intentos que hiciste para salir de la relación, conecta con esos saberes que te iban indicando que tenías que marcharte, porque tuviste un rol activo contigo misma,
seguramente estabas comenzando a defender algo valioso para ti, por ejemplo tu confianza, tu seguridad, tu valor como persona y tus necesidades. Y al final lograste salir.
Por otra parte, si te estas comenzando a cuestionar si estas o no en una relación violenta, pero aún no has podido marcharte, no te culpes, no tengas enojo contigo misma, mantente atenta a las acciones que te indican que podrías estar sufriendo violencia, a manera un tanto de curiosidad. Busca información en redes sociales o en portales de internet, de ser posible abre el tema con alguna conocida, con alguna profesional de la salud o bien toma en cuenta que en redes sociales existen muchos grupos y páginas que son un espacio seguro de mujeres para mujeres, que pueden fungir como red de apoyo y contención ante lo que estás viviendo.
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